Hoy quiero remontarme al año 1986, concretamente al día 28
de Enero, una fecha que nunca se olvidará en la historia de la aeronáutica por
su fatal desenlace a 15.000
m sobre el océano Atlántico.
Siete astronautas perecieron a bordo del trasbordador
espacial Challenger de la NASA
a los 73 segundos del inicio del despegue. Tras una espectacular explosión, el
compartimento donde viajaba la tripulación, salió disparado intacto en una bola
de fuego y continuó ascendiendo otros 5 kilómetros mas, antes
de caer al vacío.
El descenso sin control no duró mas de dos minutos, no hubo
paracaídas ni nada que frenase el inminente impacto contra el mar. Para colmo,
a bordo del Challenger se encontraba Christa McAuliffe, una profesora de
New Hampshire que había ganado el concurso nacional “Un Profesor en el
Espacio”, convirtiéndose en la
primera civil que volaba en una misión espacial. La causa de la
catástrofe se determinó rápidamente: las temperaturas inusualmente bajas la
noche previa al lanzamiento causaron porosidad en los aros de goma que sellaban
una junta entre segmentos del cohete impulsor.
Ésta es la información que más o menos se manejó en aquella
época para explicar a través de los medios de comunicación la tragedia de
transbordador Challenger. Pero ¿qué paso realmente? y ¿cuáles fueron los mitos
del desastre?
Los accidentes no pasan porque si, siempre suelen ser una
cadena de desafortunados hechos que desembocan en uno mayor. Para llegar a
entender lo que le pasó al transbordador espacial Challenger, una de las
mayores tragedias de la historia de la exploración espacial, hay que comprender
la situación en que ocurrió todo.
La misión STS-51-L era la número 10 del transbordador, había
mandado 51 astronautas al espacio en 9 misiones sin ningún tipo de problema. Es
importante citar, que el despegue fue retrasado en varias ocasiones por
condiciones meteorológicas adversas.
Si es verdad que la
noche anterior al lanzamiento, las temperaturas cayeron de una forma poco
habitual en Florida, hasta llegar a un grado bajo cero. Lo que hizo preocupar
sobre manera al constructor de los cohetes de combustible sólido de la nave
(los dos cohetes blancos de los lados), porque decía que las bajas temperaturas
podrían haber dañado uno de los componentes más importantes del cohete, los
anillos de sellado (juntas tóricas). Después de una conferencia mantenida esa
misma mañana, los responsables, tanto de la NASA como de la compañía constructora, decidieron
dar luz verde al lanzamiento, a pesar de los continuos avisos por parte de los
ingenieros, que volvían a repetir que no era viable el despegue por las bajas
temperaturas acontecidas.
Otro detalle que si
se observó mediante la cámara infrarroja usada por el equipo de inspección que
verifica la torre cuando el tanque de combustible está ya cargado, revelaba
temperaturas en el cohete derecho de 13 grados bajo cero. Pensaron que se debía
al hielo que se formó alrededor del tanque. Optaron por retrasar una hora el
despegue, hasta que se deshizo el hielo.
Es importante
comprender como funcionan estos cohetes de combustible sólido para saber que
pasó.
Lo primero, es que en realidad no es un cohete completo, está
formado por 6 secciones que están unidas entre sí por las llamadas juntas
tóricas, piezas extremadamente críticas. Esto significa para los procedimientos
de la NASA , que
si se cree que el anillo primario puede estar dañado, no se confía en el
segundo, abortando por lo tanto el lanzamiento.
Debemos tener en
cuenta, que una vez que estos cohetes se encienden, ya no se pueden parar. Por
eso, los ordenadores de a bordo del transbordador solo los encienden justo
cuando la cuenta atrás llega a cero, hasta ese momento, el lanzamiento se puede
parar, en caso contrario ya no hay vuelta atrás.
Para encender los
cohetes, se dispara una llamarada desde la parte superior del mismo que
enciende el combustible que hay en su interior. La presión del cohete pasa de 0 a 100% en solo 0.001 segundos.
A los 2,5 segundos
del despegue, se aprecia como el escape desaparece, se cree que la grieta quedó
temporalmente sellada a consecuencia de la escoria de aluminio que contiene el
humo procedente de los acelerados, y causante de la estela que deja el cohete.
Pero al minuto del despegue, las cámaras vuelven a detectar
fuga de gases, apreciando una llamarada que emerge del acelerador derecho. Poco
después la llama abre una grieta dejando escapar el combustible por la misma,
esto produjo la desintegración del Challenger.
Pero realmente el
Challenger no explotó como se solía decir en la época, en realidad esta
explosión consistió en la rotura del depósito principal, liberando gran
cantidad de oxígeno e hidrógeno líquidos que generó la nube tan impactante que
hemos visto muchas veces en las imágenes de la catástrofe.
También comentar, que
los dos aceleradores sobrevivieron a la desintegración y siguieron funcionando
hasta que se decidió su autodestrucción desde la tierra a los 110 segundos del
despegue.
Uno de los muchos mitos asegura que los tripulantes murieron
en el instante de la tragedia, pero según lo explicado anteriormente, podemos
deducir que esto no es cierto, ya que no hubo ni explosión ni onda expansiva.
Los tripulantes murieron a consecuencia del impacto de la cabina a más de 300 km/h contra el mar. La
violenta colisión anuló cualquier esperanza de vida para los tripulantes.
En realidad, con los conocimientos actuales y con un poquito
de sentido común, el incidente se habría podido evitar, y no convertirlo en una
cortina de humo sobre los hechos reales que llevaron a la muerte a la
tripulación. La NASA
funciona así.
A.E.C