En el anterior
relato, en la batalla de Cannas, que fue un duro golpe para el imperio romano,
os pregunté, ¿que paso en la batalla de Zama?, seguro que la mayoría no lo sabéis,
pero fue otra de las batallas que decidió sobre el destino del mundo
occidental.
Enfrentaba de nuevo a
Aníbal Barca con el gran ejército romano. Hago referencia de nuevo al relato
anterior para que os podáis poner en antecedentes de lo que ocurrió antes de
esta batalla.
Tengo que comentar,
puesto que lo considero importante para que entendáis el desarrollo de la
historia, que uno de lo hermanos de Aníbal Barca, en concreto Asdrúbal, fue
derrotado en una batalla anterior a la que vamos a analizar. Asdrúbal al ver
que tenía perdida la lucha contra Roma en zona itálica, espoleó su caballo y se
arrojó contra una cohorte romana donde murió luchando, como digno hijo de
Amílcar y hermano de Aníbal.
Al saber de la
derrota y muerte de su hermano, Aníbal se retiró a Bruttium. A pesar de todo,
los romanos no se atrevieron a atacarle, tan grande era el terror que les
inspiraba su nombre. Sin embargo, debieron comprender que su victoria había
sido decisiva, puesto que daba fin a la desesperada tentativa de Aníbal de
terminar con la supremacía romana en Italia. En este momento, los romanos
tomaron la iniciativa.
La fecha de la gran
batalla se acercaba, era un combate decisivo, por un lado Publio Cornelio
Escipión el Africano al mando de las legiones romanas, por el otro Aníbal Barca
con su ejército cartaginés.
Aníbal se hallaba en
Croton (Crotona) cuando recibió la orden de retirarse. Primero mató a todos sus
caballos y el día 23 de junio de 203
a . de C., embarcó a sus hombres (de 15000 a 20000 hombres) con
dirección a Lemta, para hacerse con la mayor caballería posible. Este hecho
animó de tal forma al partido patriótico de Cartago, que sus componentes
rehusaron ratificar la paz e hicieron prisioneros a los enviados romanos.
Indignado ante semejante traición, Escipión levantó su campamento en Túnez a
principios de 202 a .
de C. y desde allí sembró el terror a su paso, incendiando todas las aldeas a
su paso, aterrorizando a los habitantes y cortando el suministro de víveres del
que Cartago dependía en gran parte. Esto provocó tal pánico en la ciudad de sus
habitante instaron a Aníbal a que actuará sin mayor dilación. Unos días después
partió hacía Zama, situada a cinco días de marcha al sur de Cartago, donde
recibió la infausta noticia de que Masinia, a la cabeza e 6000 soldados de
infantería y 4000 jinetes se habían unido al ejército de Escipión. Eran malas
noticias para la gran batalla.
En seguida, Aníbal
entendió que con tal número de jinetes enemigos, sus posibilidades de victoria
eran escasas, y trató de negociar con su adversario. Se acordó una entrevista
entre ambos jefes y al día siguiente los dos comandantes salieron de sus
respectivos campamentos, acompañados por unos cuantos jinetes. De pronto se
apartaron de su escolta y se reunieron en el centro del terreno despejado,
acompañados por sólo un intérprete (Polibio). Aníbal señaló la inestabilidad de
la suerte en las guerras e indicó que debían llegar a un acuerdo según el cual
Sicilia, Cerdeña y España quedaran en manos de Roma, comprometiéndose los
cartagineses a no provocar conflicto alguno por dichos territorios. Convencido
plenamente de su superioridad militar, Escipión rechazó por lo tanto las
proposiciones y dijo que la ruptura de la reciente tregua le impedía confiar en
la palabra de los cartaginenses. Al amanecer del día siguiente, los dos
ejércitos se colocaron en orden de batalla.
En calidad y
adiestramiento, el ejército de Aníbal era muy inferior al de su adversario, y
el orden en que fue situado demuestra que su jefe lo sabía perfectamente.
Estaba formado por tres divisiones de infantería: la suya propia, la de Magón y
un cuerpo de cartagineses y tropas africanas, rápidamente reclutadas por el
Senado de cartagineses y tropas africanas. Podía confiar en las dos primeras,
pero no en la última. En consecuencia, situó en vanguardia a la segunda,
compuesta por auxiliares ligures y galos, probablemente en orden abierto de
unidades, porque mezcló a la misma, honderos baleares e infantería ligera mora.
La tercera, es decir, la formada por tropas cartaginesas y africanas, quedó en
segunda línea inmediatamente detrás de la primera, y la suya propia se mantuvo
a la reserva tras la segunda línea. Estaba compuesta principalmente por
brutianos. Frente a la primera línea formó en gran amplitud a sus ochenta
elefantes, y luego situó en las alas a 2000 jinetes, los cartagineses a la
derecha y los númidas a la izquierda. Como la debilidad de su caballería le
imposibilitaba rodear los flancos enemigos como había hecho en Cannas, su idea
consistía en romper el frente romano, lo cual dependía en gran parte del
comportamiento de los elefantes. Si eran empleados bien, el frente enemigo
quedaría desordenado, lo cual no sólo facilitaría el asalto a realizar por la
primera línea, sino que animaría a la segunda, formada por africanos reclutados
a toda prisa. Entonces, con su tercera línea de veteranos podría tal vez
descargar el golpe decisivo.
Escipión mantuvo la
organización legionaria habitual, pero adaptándola a la situación táctica a la
que se enfrentaba. En vez de situar a los manípulos de las tres primera líneas
en forma escaqueada, de modo que los de la segunda cubrieran los intervalos de
los de la primera, como de costumbre, aquellos últimos se situaron
inmediatamente después de los primeros, creando pasillos por los que los
elefantes cartagineses discurrieran sin causa daño. Los triarios se mantuvieron
muy a retaguardia, a fin de no verse afectados por lo acción de los elefantes,
caso de que éstos pudieran atravesar las dos primeras líneas, mientras los
vélites eran colocados en los pasillos con oren de retroceder si les era
imposible resistir la carga de los elefantes. En el flanco izquierdo situó a
Laelio con la caballería italiana y a la derecha a Masinisa con la númida.
La batalla puede
dividirse en cuatro fases: 1) la carga de los elefantes de Aníbal y la derrota
de su caballería; 2) la lucha entre las dos primeras filas de Aníbal y los
hastarios apoyados por sus príncipes; 3) la lucha entre reservas, y 4) el
ataque de Masinisa a la retaguardia de veteranos de Aníbal.
La batalla se inició
con una escaramuza entre la caballería númida de ambos bandos, en el curso de
la cual Aníbal ordenó la carga de sus elefantes. Pero conforme se acercaban al
enemigo, el fragor de las trompas y cuernos romanos los aterrorizó de tal modo,
que los de la izquierda retrocedieron, sembrando la confusión en la caballería
númida de Aníbal. Masinisa aprovechó la oportunidad y sacó provecho de la
misma. Mientras los elefantes avanzaban hacia la retaguardia romana, cargó
contra la caballería cartaginesa de Aníbal, haciéndola retroceder desordenadamente
y persiguiéndola igual que hiciera Masinisa.
No fue hasta haber
desaparecido la caballería de ambos mandos del campo de batalla, cuando empezó
su acción la infantería. La lucha fue un forcejeo cuerpo a cuerpo y hombre a
hombre. Al principio pareció llevar ventaja Aníbal, pero cuando su segunda
línea dejó de apoyar a la primera, está se vio obligada a retroceder lentamente
hasta que, comprendiendo que había quedado abandonada, retrocedió ya
francamente y al impedirle el paso la segunda, sus hombres, presa de pánico,
trataron de conseguirlo a plena fuerza. Siguió a ello una tremenda confusión
durante la cual los componentes de ambas líneas, presionados por los hastarios,
reforzados por os príncipes, cayeron sobre la tercera línea de Aníbal, pero al no
poder ser asimilados por la misma, escaparon a todo correr por los flancos.
Se inició la tercera
fase de la batalla. El espectáculo era impresionante a causa del número de
muertos que cubría el terreno y de los heridos amontonados en sangrientos
grupos. Escipión ordenó que estos últimos fueran transportados a retaguardia
para despejar el campo de batalla para el asalto final; luego hizo colocar a
los hastarios a ambos flancos y adelantó por entre ellos a príncipes y triarios
en formación cerrada. Cuando hubieron sobrepasado los obstáculos (cadáveres) y
situados en línea con los hastarios, romanos y cartagineses cargaron con tal
furia y denuedo que la batalla quedó sin decidir durante largo tiempo, ya que
ambos adversarios eran casi iguales no sólo en número, sino también en
espíritu, valor y calidad de armamento. Los combatientes peleaban con
obstinación, cayendo muertos antes que retroceder un paso.
Si la acción hubiese
sido librada sólo por la infantería, es posible que la victoria se hubiera
inclinado hacia Aníbal, pero en el momento preciso y afortunadamente para
Escipión regresaron Masinisa y Laelio cargando contra a retaguardia de Aníbal,
de hecho acabaron con la mayor parte de ella, pereciendo muchos de los que
intentaron escapar…Esto representó una gran derrota para los cartagineses. Por
el bando romano cayeron unos 1500 combatientes, los cartagineses perdieron más
de 20000, y casi un número igual de prisioneros. Acompañado por más de una
decena de jinetes, Aníbal escapó hacia Hadrumentum.
Escipión no avanzó
contra Cartago después de la batalla, no estaba en condiciones para un cerco
prolongado. Además, la guerra duraba ya dieciséis años y Roma estaba cansada.
La paz con Cartago, y no su ocupación, resultaba esencial y, como resultado,
las condiciones ofrecidas por Escipión fueron a un tiempo generosas y
prudentes. Las cláusulas principales fueron estas:
- Cartago entregaría todos sus buques de guerra y sus elefantes.
- Se comprometería a no entrar en ninguna otra guerra sin el consentimiento de Roma.
- Masinisa sería reinstaurado en su antiguo reino.
- Cartago pagaría la suma de 10.000 talentos de plata en un plazo de 50 años.
Pero seguro que esto no acabaría aquí…demasiada humillación...
A.E.C