domingo, 6 de noviembre de 2011

UNA VIDA EN LA EDAD MEDIA.


Si alguna vez me hubiesen permitido volver al pasado, elegiría ir a la Edad Media. Hoy quiero hablaros de esta época, para mi, la mejor que vivió el mundo, dejando de lado las barbaries y la superstición que la rodeaba. Fue una era llena de romanticismo, de tradición, de hidalguía, protocolo y guerra.

Con el término de edad media se hace referencia a un periodo de la historia europea que transcurrió desde la desintegración del Imperio romano de Occidente, en el siglo V, hasta el siglo XV; nunca había existido una ruptura de tal naturaleza en la cual se truncó el desarrollo cultural del continente.

Mi nombre es Lope, soy un campesino y según las leyes medievales, no soy dueño de nada. Todo, incluido en la tierra que trabajo, mis animales, mi casa y hasta mi comida pertenecen al señor feudal. Trabajo por supuesto para él, a cambio de una tierra para cultivarla. Mi objetivo es producir alimentos para mi familia y para el señor.

Mi único miedo es el hambre. En general los campesinos vivimos en la extrema pobreza, apenas con recursos mínimos para sobrevivir y con la muerte como una realidad cotidiana. Soy testigo de cómo muchos niños mueren a mi alrededor sin apenas poder hacer nada.

Vivo en una aldea, rodeada de casas. A la derecha la Iglesia, en frente las tierras, y en el horizonte, bajo la atenta mirada, se alza imponente y frío el castillo del señor feudal. Mi casa es pequeña, tiene dos plantas que he construido con mi sudor, solo tenemos una habitación para mi mujer y mis 2 hijos. El establo, el comedor y la cocina están en la planta baja, el dormitorio para todos se encuentra encima del establo, de esta manera aprovechamos el calor de los animales. Hay noches que el frío nos impide dormir.


Mis ropas son un faldón, un chaleco forrado con piel de conejo y un sombrero de paja con el que combato los días de fuerte calor. Mi mujer lleva dos túnicas superpuestas y un manto. Y mis herramientas son casi todas de madera. Para arar, tengo una reja de madera endurecida al fuego, la verdad es que el rendimiento de la tierra es bajo y los útiles de labranza son necesarios mejorarlos. Por lo tanto la comida es escasa, algunas hierbas, granos y caza pequeña. Siempre guardamos una hogaza de pan.

Ayer vinieron a visitarme los que llamo explotadores, guerreros y eclesiásticos que se quedan con casi toda la producción agrícola. Cuando pienso en el mañana, siento miedo, las hambrunas dejan muchos muertos. El año pasado tuvimos una mala cosecha y actualmente casi no comemos, por esto, todos los días suplico a Dios “danos el pan de cada día”.

Sin embargo, a pesar de toda esta escasez de bienes y comida que os he descrito, en este duro mundo no existe el desamparo. Entre nosotros nos repartimos la exigua riqueza, somos solidarios y hay que ayudar a los más pobres. Siempre estamos acompañados, como veis vivimos unos cerca de otros, pero todos ante la mirada hierática del castillo del señor. Hace años la cerveza y el pan no faltaba, en otras zonas mediterráneas se bebía mas vino. También teníamos carne, hortalizas, pescado, legumbres, verduras y frutas dependiendo de las posibilidades económicas y de la clase social. Si decir que la caza y las aves de corral suponían un gran sustento cárnico para la aristocracia, nosotros comíamos despojos como hígados, patas, orejas, tripas, tocino, etc. Como es lógico pensar, los festines y banquetes de la nobleza traerían consigo todo tipo de enfermedades asociadas a los abusos culinarios: hipertensión, obesidad, gota, etc.

Mi trabajo como os podéis imaginar es bastante duro, cuando se agotan las tierras de cultivo, debemos abandonarlas y crear nuevas para mantener el nivel de rendimiento, hasta la fecha no sabemos como hacerlo de otra manera. Me doy cuenta que poco a poco vamos extendiéndonos.

Las últimas noticias que tengo, son favorables, hay un aumento continuo de pan, impulsado por órdenes eclesiásticas, en especial los benedictinos. Este aumento provocará la fabricación de molinos, que creo que es un paso importante para la economía rural. Sin embargo, esta construcción de molinos requería grandes esfuerzos y medios, como la fabricación de las muelas y piezas de hierro. Así la iniciativa de construir estos edificios correspondía a la única persona que por su poder podía hacerlo, el señor feudal. Éste pronto verá las posibilidades económicas de los molinos y nos afectará, habrá una explotación campesina, para obtener los máximos beneficios.


Muchas veces pienso, cuando estoy solo, en utilizar animales para tirar de mi pesado arado, pero sé que esto conllevará un aumento de poder y presión del señor sobre los campesinos. Estas mejoras nos las proporcionaría él, mediante préstamos, siendo siempre deudores y con una vida mucho más controlada, si cabe. Esto último también generaría desigualdades, pienso que no todos los campesinos puedan mejorar sus herramientas por falta de capital, y por consiguiente siendo menos productivos. Habría campesinos menos pobres que otros.

Gracias al señor feudal y a su protección, la natalidad en esta aldea está aumentando a pesar de la alta mortalidad infantil. La media de vida en esta aldea es de 40 años. Los ataques externos están descendiendo y eso es bueno.

Los hombres y mujeres que tengo a mi alrededor sufren con dureza las consecuencias del medio físico. Cada vez los inviernos se hacen más difíciles, y tanto nosotros como los nobles no acercamos al fuego para combatirlo. Gracias a la leña o al carbón vegetal podíamos evitar el frío y la chimenea fue una gran invención de mis antepasados. Sin embargo, para poder luchar contra el calor, tenemos agua y las frías paredes de la Iglesia.

Cuando se esconde el sol, todo se limita, nos prohíben trabajar durante la noche, dicen que podemos provocar incendios o realizar un trabajo imperfecto debido a la escasa visibilidad. Muchas veces se han producido incendios, un descuido daba lugar a una gran catástrofe, ya que todas nuestras casas están construidas en madera. Sin embargo estas noches sirven para disfrutar de las fiestas en los castillos, donde los gritos y cánticos se alargan hasta el alba.

En definitiva, nosotros no somos privilegiados como podéis comprobar, el clero y la nobleza si. Por ejemplo, los nobles no pagan impuestos, ni trabajan, además cuentan con leyes especiales que en todo momento los favorece. Viven ostentosamente y poseen esclavos para ellos, su única misión era luchar en las filas del rey cuando procedía.

El clero en su mayoría estaba formado por los hijos de los nobles, que no podían gobernar, aprendían a escribir y a leer y llevaban una buena vida. Tampoco pagaban impuestos y su misión era llevar la palabra de Dios y rezar para salvar las almas de los demás. También copiaban libros.

En cuanto a nosotros, y con esto quiero acabar esta carta, somos la mayoría de la población y trabajamos para mantener al clero y a la nobleza, pagamos impuestos enormemente altos. Pero lo mas triste es que en épocas de guerras los impuestos aumentaban mucho mas y los guerreros saquean y destruyen nuestras cosechas, también violan a nuestras mujeres.

En 1348, la aldea fue asolada por la “Muerte Negra”.


Es una historia difícil de contar, es real, triste y amarga. Es complicado resumir todo lo que abarcó la Edad Media, pero tengo pendiente en otro momento escribir el mundo de la riqueza y los castillos en esta época, sería todo diferente, hoy he hablado de una parte dolorosa, si comentar que tuvo otras peores.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder...40 años de vida, estamos casi para morirnos jajaja, que tema mas guapo, corto para lo amplio que es, pero bueno, un saludo hermano.
^Pier^

Anónimo dijo...

Cuanto los hubiese ayudado el abono, para no tener que abandonar las tierras, lástima que en esa época no sabían que existía.

La Edad Media me apasiona, me gusta tu blog.

Un amigo.

POE dijo...

Pues si, es cierto que si hubiese existido el abono todo hubiese sido más sencillo.

Gracias por vuestros comentarios, Pier fíjate, 40 años de media, parece mentira pero era asi.

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