In nomine Patris et fillii et Spiritus Sancti
Una tarde lluviosa de domingo, encendí la máquina del tiempo y me dispuse a viajar a finales del siglo XV, el último de la Edad Media, casi entrando en la Edad Moderna. Me puse un lino pegado al cuerpo y unas pieles baratas como abrigo, en definitiva, un villano en toda regla.
Y es que hoy quiero hablaros de un nombre que siempre ha conectado con todo lo peor y más horrible de la historia de Europa. Una institución fundada en 1478 por los Reyes Católicos para investigar y castigar los delitos de la fe. Me refiero a La Santa Inquisición, un tema que llenaría páginas y páginas y que voy a intentar resumirlo y dar una opinión objetiva. Anticipo que no soy un católico infiltrado para destruir el evangelicalismo.
Vamos a introducirnos en el tema con un personaje, ¿os suena Tomás de Torquemada?, un monstruo al servicio de Dios y confesor de la reina Isabel la Católica desde la niñez, y precisamente ésta fue la que le nombró en 1483 Inquisidor General de la terrible Inquisición Española.
Los Reyes Católicos, tras la expulsión de los moriscos, no se fiaban de los judíos de la época. Había que crear un cuerpo para tener controladas las conversiones al cristianismo de estos judíos, y por supuesto aniquilarlos.
Los inquisidores los elegía el rey, y no el Papa, así que pasaban a ser funcionarios del estado, y el Inquisidor supremo tomaba decisiones inapelables, ¡que época tan peligrosa en mente de salvajes obsesionados con la religión! Para mas inri, el Papa Clemente VIII les otorgó facultades para revisar todo tipo de impresos y manuscritos, de prohibir la lectura y la circulación de todos los libros y papeles que juzgasen perjudiciales a la moral o contrarios a los dogmas, ritos y disciplina de la iglesia, la dictadura eclesiástica.
Lo impresionante era el proceso Penal Inquisitivo, un sumario que no estaba sujeto a formalismos. Como figura resaltante estaba “el juez” (el inquisidor), que era superior a todas las partes y que no estaba sujeto a recusación de nadie. Dirigía el juicio de principio a fin, con iniciativa propia y poderes muy altos. No era necesario que existiese denuncia o acusación, el inquisidor podía investigar cualquier indicio que le llevase a sospechar de personas o grupos heréticos.
El objetivo principal era descubrir la herejía, que el acusado confesase y fuera castigado. La “confesión de culpabilidad” era considerada como prueba plena, si se obtenía voluntariamente se consideraba como muy fuerte; si el presunto culpable no confesaba, se le sometía a tortura, ellos lo llamaban “tormento” y argumentaban que el ánimo humano es a veces flaco y no siempre inclinado a reconocer las propias culpas, a confesar los propios pecados. Por ello, para vencer la resistencia defensiva y obtener de él la confesión, se le sometía a las mayores atrocidades imaginables. Voy a citar por curiosidad alguna, bueno muchos presuntos culpables con solo ver la sala de tortura, los utensilios usados y los verdugos, ya confesaban, imaginaros vosotros, inocentes, ante esa sala llena de salvajes, vosotros impotentes y sin ayuda de nadie, confesaríais seguro. A lo que vamos. Cuando te sometían a tortura te podrían tocar los siguientes procedimientos:
- La cuerda. Te sujetaban en una mesa, te ataban brazos y piernas y dando vueltas a un cordel tus articulaciones cedían, produciendo fuertes dolores. ¿Confesarías la mentira?
- El agua. Vertían agua sobre tu rostro causándote el ahogo. ¿Confesarías?
- El garrote, una tabla sostenida por cuatro patas con garrotes que se ajustaban y provocaban un dolor insoportable. ¿Confesarías?
- La garrucha, te ataban por las muñecas y te elevaban, dejándote caer violentamente sin llegar al suelo. ¿Confesarías?
- El IRONMAIDEN. Una caja con pinchos donde te introducían hasta que confesaras. Los pinchos estaban situados de tal manera que no tocaran los órganos vitales, para que no murieras al instante…. De este aparatejo surge el nombre del grupo heavy.
Existen más, pero es absurdo. Me gustaría ver a muchos de estos inquisidores, que se creían mensajeros de Dios, de un Dios que nos veía a todos por iguales, lo que hacían en su intimidad, lo que pensaban, su forma de vida. Ellos mismos han dejado sus ideales de doctrina por los suelos.
Para evidenciar la incultura de esta institución, voy a citar un asunto que es totalmente cierto. En esta época se pensaba que la tierra estaba inmóvil en el centro del Universo. Algunos insensatos defendieron que lo contrario, que la Tierra giraba sobre si misma y que el único centro Universal era el Sol. Entre ellos estaba Galileo Galilei, que en 1642 abandonó este mundo cansado de tanto ignorante con sotana. Y claro, no le quedó otra salida, confesó y tuvo que renegar de su propia teoría para librarse de la muerte, y admitir que si las Sagradas escrituras decían que la Tierra era el centro, pues eso iba a misa. Conclusión, Galileo murió sabiendo una verdad como un castillo.
El geocentrismo era una verdad religiosa indiscutible y quien dijese lo contrario era un hereje. Galileo defendió la teoría de Copérnico, que decía que el centro del Universo era el Sol y que los terrícolas, incluidos los del Vaticano, daban vueltas a su alrededor. La afirmación de Galileo hizo que los dominicos, del latín domini canes (perros del Señor) le acusaran y le denunciaran al Santo Oficio. Murió cumpliendo su pena y no fue rehabilitado por la Iglesia hasta 3 siglos después de su muerte. En 1992 el Papa Juan Pablo II reconoció, en una solemne declaración, que Galileo tenía razón, que la Tierra no es el centro del Universo, y que no está quieta. Disculpó la torpeza e ignorancia de los teólogos que lo acusaron, y manifestó que no fue con mala fe. Trescientos cincuenta años para reconocer que el Vaticano gira alrededor del Sol, pobre matemático incomprendido.
De sobra sabemos que la Iglesia no es compatible con la ciencia, ni lo será nunca.
En 1812, las Cortes de Cádiz decidieron disolver la Inquisición porque no era compatible con la Constitución. Pero dos años después, el 14 de julio de 1814, volvió a ser restaurada, cuando Fernando VII recuperó el trono. No sería abolida hasta el 15 de Julio de 1834, por un real decreto firmado por María Cristina de Borbón y la aprobación del Presidente del Consejo de Ministros Francisco Martínez de la Rosa.
Y pienso, si viajara en el tiempo al año 1500 y Torquemada leyese esto, ¿sería un hereje? No tengo ninguna duda de ello. Me someterían a un juicio, donde impotente ante una sala llena de perros del Señor, tendría que declararme culpable. Mañana me quemarían ante la atenta mirada de unos ignorantes y de cientos de apenados.
En definitiva, viva la libertad de expresión.
A.E.C
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Hace 12 años
3 comentarios:
Todos sabemos como es la iglesia...tu mismo lo decias, con la iglesia hemos topado,jejejeje
Me parece increible que hasta 1834 no se aboliese definitivamente, de verdad, el mundo esta lleno de tarugos, la gente solo mira por sus intereses, acabaremos destruyendonos jejejeje
Muy curioso lo de IRONMAIDEN
Buen tema poeta, como siempre, un abrazo.
^Pier^
Hace unos años vi una exposición de reproducciones de aparatos de tortura y pena capital utilizados en la Inquisición. No os podéis hacer una idea del daño que hacían sólo con verlos, imaginaros si los utilizasen con nosotros, pufffffffffff.
Rume
Que interesante la historia Poe...
chus
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