martes, 3 de mayo de 2011

La bomba atómica.


El día 1 De Agosto de 1945, aviones americanos dejaron caer panfletos sobre 35 ciudades Japonesas que avisaban a la población de un inminente ataque sobre alguna de estas ciudades, invitando a la población civil a abandonarlas, porque las “bombas no tienen ojos ni sentimientos”. Todo esto con un planeado ataque a la ciudad para provocar bajas civiles como golpe psicológico. Los seres humanos somos así.

Llegó el fatídico día 6 de Agosto de 1945. El bombardero Enola Gay, un B-29, acompañado por otros dos aparatos despegó de la base aérea de Tinian, en las islas Marianas, en dirección a Hiroshima que era el objetivo principal. Los americanos tenían como objetivos secundarios Nagasaki y Kokura.

El coronel Paul Tibbets, piloto del Enola Gay, soltó sobre Hiroshima y a unos diez kilómetros de altitud la bomba ‘Litle Boy’. Ésta poseía tres metros de longitud y un peso de 3.600 kilogramos. Además, tenía 60 kilogramos de uranio-235 y tardó un minuto en alcanzar su altitud idónea para explotar a 580 metros sobre la ciudad. La explosión, de unos 13 kilotones, causó la destrucción total en un radio de 1.600 metros.


Más de once kilómetros cuadrados se convirtieron en un infierno en llamas y el 90% de los edificios fueron destruidos o dañados considerablemente. Poco después comenzó a caer una precipitación negra, de carbón, que sumó más dramatismo y más muerte. El infierno de Dante acababa de abatirse sobre Hiroshima. Recuerdo que una niña de 15 años, llamada Yamaoka Michikio, describía los hechos de la siguiente manera:

“Oí un leve ruido de motores de avión al acercarme al río...Y entonces ocurrió. No se oyó nada. Noté algo muy extraño. Muy intenso. Noté colores. No era calor. No se podía decir que fuese amarillo pero tampoco azul. En aquel momento pensé que yo sería la única en morir. Y me dije "Adiós, mamá". Dicen que soporté temperaturas de siete mil grados centígrados...Nadie de los que estaban allí parecía un ser humano. Hasta aquel momento creía que eran bombas incendiarias lo que habían lanzado. Todo el mundo estaba estupefacto. Todos parecían haber perdido la facultad del habla. Nadie podía gritar de dolor aunque estuviesen envueltos en llamas. Nadie gritaba que se abrasaba. Mis ropas ardían y también mi piel. Me había hecho trenzas pero ahora mi pelo parecía la melena de un león. Había personas, que apenas respiraban, que intentaban volver a colocarse los intestinos que se les habían salido. Personas con las piernas arrancadas de cuajo. Decapitadas. O con la cara quemada e hinchada de tal manera que resultaban irreconocibles. Lo que yo vi fue un verdadero infierno.”

HIROSHIMA, ANTES Y DESPUES DE LA BOMBA.


Muchos de los heridos que seguían en pie se habían quedado ciegos, con las pupilas, el iris y las corneas quemadas. Vomitaban sangre. Sus brazos y espaldas eran una pura llaga. Y lo más terrorífico era que tenían que ocuparse de los cuerpos abrasados de sus familiares, vecinos y compañeros de trabajo. No había precedentes para semejante acto de guerra, que rebasaba todos los límites de la capacidad destructiva de la tecnología conocida hasta entonces.
La bomba mató a 140.000 personas. También recién nacidos fueron afectados con malformaciones debido a la radiación. Pero no solo murieron japoneses, también se encontraban en la ciudad prisioneros americanos, que tras la explosión fueron linchados y asesinados a palos en las calles. También murieron miles de coreanos, que trabajaban como esclavos y que sus gritos de dolor y terror no fueron oídos por los japoneses.

Irónicamente los japoneses sabían que estos aviones llegaban a Hiroshima, los habían detectado por radar, sin embargo su única preocupación era conservar combustible y, ¿qué tipo de bombardeo patético iban a llevar a cabo 3 aviones americanos? No se lo esperaban, era impensable, pero ocurrió la tragedia.

La destrucción fue tan absoluta, que los japoneses no sabían que estaba pasando, solo sabían que las bases de Hiroshima no contestaban, el teléfono no funcionaba y había un silencio absoluto. El gobierno japonés se enteró del bombardeo por medio de un comunicado de la Casa Blanca 16 horas después.

Truman fue implacable, sus palabras al gobierno japonés fueron: “Si después de esto no aceptan nuestras condiciones, pueden esperar una lluvia de ruina desde el aire como nunca se ha visto sobre la Tierra”.

Ante esto Hirohito se negó a rendirse, incluso después de que solo tres días más tarde de la bomba, la Unión Soviética declarase la guerra a Japón.

El día 9 de Agosto, otro B-29 Superfortress, el Bockscar, partió con 3 bombarderos hacia Kokura, con Nagasaki como objetivo secundario, llevando en su interior a la bomba llamada Fat Man. Cuando alcanzaron Kokura, una cubierta lluviosa les restaba visibilidad, y los bombarderos se vieron obligados a dirigirse hasta Nagasaki.

Esta segunda bomba, Fat Man, tenía unos 6.4 kilos de Plutonio-239 y explotó a la altura prefijada de 470 metros sobre el suelo. Esta bomba, de unos 21 kilotones, generó temperaturas de casi 4.000 grados centígrados y vientos de más de 1.000 km/h.

NAGASAKI, ANTES Y DESPUES DE LA BOMBA.


Un total de 70.000 personas murieron casi instantáneamente. En torno a los 1,6 kilómetros de radio alrededor del centro de la explosión fueron totalmente destruidos. Testigos japoneses aseguraron que “Nagasaki es un cementerio en el que hasta las lápidas están destruidas”.

Tres días después, el emperador Hirohito comunicó a su familia la intención de rendirse, y el 14 de Agosto lo hizo público en un comunicado a la nación. Es importante remarcar que Truman tenía planeado lanzar una bomba cada semana hasta provocar la rendición, diciendo una vez rendidos que "los japoneses empezaron la guerra por aire en Pearl Harbor. Pues bien: hemos replicado con creces"

A los supervivientes a estas explosiones se los llama Hibakusha ( “gente afectada por una explosión”), y aún hay más de 250.000 de ellos en Japón. El sufrimiento del país entero por esas dos explosiones generó una mentalidad pacifista, a pesar que su historia era muy militarista, y comenzó la eliminación de las armas atómicas del mundo.


La discusión nunca se cerrará definitivamente, ¿fue necesario el uso de los fatídicos artefactos nucleares sobre las ciudades japonesas atestadas de civiles indefensos? Esta pregunta todavía no tiene respuesta, lo que si sabemos es que “la amenaza o el uso de armas nucleares son generalmente contrarios a las normas de la ley internacional”.

El 10 de diciembre de 1941, una encuesta llevada a cabo por los americanos reveló que el 67% de los estadounidenses estaba a favor de los bombardeos indiscriminados de las ciudades japonesas.

Albert Einstein, mostró su arrepentimiento y su deuda de conciencia, ya que él fue quien advirtió a los Estados Unidos, en agosto de 1939, por medio de una misiva dirigida al presidente Roosevelt, sobre los avances nucleares nazis, y la conveniencia de iniciarlos por parte de Estados Unidos, ya que había comprobado los efectos letales de la desintegración nuclear en cadena.

Y como siempre digo, el planeta está en nuestras manos, la guerra atómica lo destruiría.

La pregunta es la siguiente: ¿Quiso demostrar EEUU su poder destructivo?


A.E.C

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder Poeta, temazo, muy bueno, aunque yo ya tenía datos precisos, lo de que los dos pilotos se suicidaron o se volvieron locos es mentira, ambos murieron bastante mayores y retirados con honores por los EE.UU, ademas de muy orgullosos de haber servido a su país.
Pienso que los EEUU no quisieron demostrar solo su poder, también quisieron vengarse de Pearl Harbor, lo que si tengo claro es que la segunda bomba, "El Gordo" (fat man), sobró.
Un abrazo muy grande para ti, tu mujer y nuestro tesoro jejeje
^Pier^

POE dijo...

¡¡¡Gracias Pie!!!

Anónimo dijo...

De nada Poe

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