lunes, 16 de mayo de 2011

LO QUE NO VEMOS.


Hoy he recordado que hace tiempo leí algo sobre lo que no vemos y tiene vida. Después de leer esto a lo mejor os pica todo el cuerpo, sobre todo no le deis mucha importancia a lo que vais a leer, aunque es real, no es una buena idea que os lo toméis de forma personal.

No tiene sentido que nos escondamos de las bacterias ya que están tanto dentro como fuera de nosotros, y además en unas cantidades inconcebibles. Si estás sano y tienes un mínimo de higiene, tendrás un rebaño de 1.000 billones de bacterias pastando por todo tu cuerpo, una media de 100.000 por centímetro cuadrado de tu piel. Su función es la de comerse los 10.000 millones aproximadamente de escamas de piel que desprendes a diario, mas los ricos aceites y minerales que afloran de poros y fisuras. Para ellas, eres el mejor restaurante, con la ventaja del calor y la movilidad constante. A cambio ellas te ofrecen tu olor corporal.

Éstas son solo las que viven en tu piel. Hay miles de billones alojadas en el intestino y en los conductos nasales, aferradas a tu cabello y a tus pestañas, nadando por la superficie de tus ojos, taladrando el esmalte de dientes y muelas. Son en suma una gran parte de nosotros, y desde el punto de vista de las bacterias, nosotros somos una parte bastante pequeña de ellas.
Los humanos nos creemos muy listos creando antibióticos y desinfectantes, creyendo arrinconar a las bacterias en los márgenes de la existencia. No te lo creas, puede que las bacterias no sean capaces de construir ciudades, pero estarán aquí cuando estalle el Sol, este si es su planeta, y nosotros estamos en él porque ellas nos lo permiten.

Las bacterias han estado miles de años sin nosotros, y es importante que sepas que sin ellas no podríamos sobrevivir ni un solo día. Procesan nuestros desechos y hacen que vuelvan a ser utilizables. Sin su mordisqueo nada se pudriría. Purifican nuestra agua y mantienen productivos nuestros suelos. Sintetizan vitaminas en nuestros intestinos y hacen la guerra a los microbios foráneos que se nos cuelan por la garganta.
Dependemos totalmente de las bacterias para obtener nitrógeno del aire y convertirlo en aminoácidos útiles para nosotros. Para hacer esto de forma industrial por el humano (por ejemplo fabricación de fertilizantes), hay que calentar materias primas hasta los 500 grados y someterlas a presiones 300 veces superiores a las normales. Las bacterias hacen lo mismo continuamente sin problemas, y menos mal que lo hacen, si no, ningún organismo mayor podría sobrevivir sin el nitrógeno que le pasan. Y los microbios siguen proporcionándonos el aire que respiramos y manteniendo estable la atmósfera.

Además, son asombrosamente prolíficas. Las más frenéticas pueden producir una nueva generación en menos de diez minutos. Una sola bacteria podría producir, en teoría, más vástagos en dos días que protones hay en el universo. «Si se da un suministro adecuado de nutrientes, una sola célula bacteriana puede generar 280 billones de individuos en un solo día». En el mismo periodo, una célula humana no conseguiría efectuar más que una división.
Aproximadamente, una vez por cada millón de divisiones producen un mutante. Eso significa mala suerte para el mutante, el cambio siempre es arriesgado para un organismo, pero de cuando en cuando la nueva bacteria está dotada de alguna ventaja accidental, como, por ejemplo, la habilidad para eludir o rechazar el ataque de un antibiótico. Esta capacidad de evolucionar rápidamente va acompañada de otra ventaja aún más temible. Las bacterias comparten información. Cada una de ellas puede tomar piezas del código genético de cualquier otra. En el fondo, como han dicho Margulis y Sagan, “todas las bacterias nadan en una sola charca genética”. Cualquier cambio adaptativo que se produzca en un sector del universo bacteriano puede transmitirse a cualquier otro. Es como si un ser humano pudiese acudir a un insecto para obtener el material genético necesario para generar alas o poder andar por el techo. Significa que, desde un punto de vista genético, las bacterias se han convertido en un solo supra organismo... pequeño, disperso, pero invencible.
Vivirán y prosperarán con casi cualquier cosa que derrames, babees o te sacudas de encima. Basta que les proporciones un poco de humedad (como cuando pasas un paño húmedo por un mostrador) y brotarán como surgidas de la nada. Comerán madera, la cola del empapelado, los metales de la pintura endurecida...

Algunos científicos piensan ahora que podría haber hasta 100.000 billones de toneladas de bacterias viviendo bajo nuestros pies, en lo que se conoce como ecosistemas microbianos litoantótrofos subterráneos. Se ha calculado que si cogieses todas las bacterias del interior de la Tierra y las vertieses en la superficie, cubrirían el planeta hasta una altura de 15 metros, o lo que es lo mismo, la altura de un edificio de cuatro plantas. Si los cálculos son correctos, podría haber más vida bajo la tierra que encima de ella.

Como anécdota existe una bacteria de 250 millones de años de antigüedad, Bacillus permians, que había quedado atrapada en unos yacimientos de sal a 600 metros de profundidad en Carlsbad, Nuevo México. Si es así, ese microbio es más viejo que los continentes.

Los síntomas de una enfermedad suelen ayudar a propagarla. El vómito, el estornudo y la diarrea son métodos excelentes para salir de un anfitrión y disponerse a entrar en otro. La estrategia más eficaz de todas es solicitar la ayuda de un tercero móvil. A los organismos infecciosos les encantan los mosquitos porque su picadura los introduce directamente en un torrente sanguíneo en el que pueden ponerse inmediatamente a trabajar; antes de que los mecanismos de defensa de la víctima puedan darse cuenta de qué les ha atacado. Esa es la razón de que tantas enfermedades de grado A (malaria, fiebre amarilla, dengue, encefalitis y un centenar o así de enfermedades menos célebres, pero con frecuencia muy voraces) empiecen con una picadura de mosquito. Es una casualidad afortunada para nosotros que el VIH (virus de la inmuno deficiencia humana), el agente del sida, no figure entre ellos... o aún no, por lo menos. Cualquier VIH que pueda absorber el mosquito en sus viajes lo disuelve su propio metabolismo. Si llega el día en que el virus supere esto mediante una mutación, puede que tengamos problemas muy graves.


Muchas enfermedades surgen no por lo que el organismo infeccioso te ha hecho a ti sino por lo que tu cuerpo está intentando hacerle a él. El sistema inmune, en su intento de librar el cuerpo de patógenos, destruye en ocasiones células o daña tejidos críticos, de manera que muchas veces que te encuentras mal se debe a las reacciones de tu propio sistema inmune y no a los patógenos. En realidad, ponerse enfermo es una reacción razonable a la infección. Los que están enfermos se recluyen en la cama y pasan a ser así una amenaza menor para el resto de la comunidad.

Tendríamos mucho más éxito con las bacterias si no fuésemos tan manirrotos con nuestra mejor arma contra ellas: los antibióticos. Según una estimación, un 70% de los antibióticos que se utilizan en el mundo desarrollado se administran a los animales de granja, a menudo de forma rutinaria con el alimento normal, sólo para estimular el crecimiento o como una precaución frente a posibles infecciones. Esas aplicaciones dan a las bacterias todas las posibilidades de crear una resistencia a ellos. Es una oportunidad que han aprovechado con entusiasmo.


Y tras esta nota instructiva, es hora de que volvamos al mundo de lo visiblemente vivo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen tema, de echo, no me canso de aprender contigo poe, siempre creí que las bacterias eran un virus, ahora me doy cuenta de que más bien, lo que tenemos con ellas es una especie de simbiosis, jejejeje, un saludo

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